Manuel Machado escribió sobre la muerte para así poder enfrentar la vida. Este libro de relatos rompe el frágil equilibrio vital a través de un narrador con muchas voces que ha tocado fondo y no sabe cómo regresar a casa. Historias que se sirven del arte y de las emociones humanas para desgranar los sentimientos que llevaron a Sylvia Plath o a Virginia Woolf al abismo. El lector disecciona a los seres tristes que acompañan a cada persona durante su existencia, se examina a sí mismo con los ojos de otros demonios interiores ajenos pero no lejanos. De este modo, la memoria se pinta en los dedos de Frida Kahlo, la soledad le canta a Friedrich y la tristeza se viste con los pinceles de Courbet. Por otro lado, la guerra se desnuda en El Guernica y el misticismo lleva el nombre de Moreau. El trabajo sangra a Maruja Mallo mientras nuestros instintos más primarios le chillan a Bierstadt por un atardecer más. La locura de Munch junto a la belleza de Canova se convierten en la libertad de un Antonio López caminando solo por Gran Vía o de un joven Dalí mirando a una muchacha que mira por una ventana.
Este libro es un espejo que no deja indiferente a nadie, un reflejo en el que se está vivo y muerto al mismo tiempo.