Nací un día de primavera en Logroño, de corazón, Pedrosiño. A los cuatro años me gradué en el jardín de infancia y en la primera clase ya aprendí mi primera lección. No hacer caso a las recomendaciones de los mayores te puede llevar al fracaso en el primer intento. Ese día besé el suelo... ¡Fue mi primer beso!
Estudié hasta los catorce años, en colegio de curas. Llegaron a pensar que abrazaría los hábitos, pero fueron otros los trajes que me envolvieron.
Con diecinueve años y una vez amueblado, decidí que aún no era el momento de graduarme y me volví a matricular en un módulo llamado vida. Este es el más difícil, en él me enseñan cada día a vivir.