Toda mi vida, desde niño, ha dominado mi alma un sentimiento de ternura hacia los indefensos, personas y animales, hacia los que luchan, por los suyos, por un pedazo de pan que les disimule el hambre o un techo que les resguarde del frío. Así han ido llegando esas vivencias que se han plasmado en este libro “que no estaba escrito para nadie”.
He ejercido como economista forense y como abogado, pero hoy quisiera ser recordado únicamente como “aquel viejito de la barba que paseaba con un angelito blanco”.
Es esta una miscelánea de sentimientos porque así fueron los tiempos en los que pasaron del corazón al papel, sin verbo por medio que los atemperase.
Así, quien lea esas páginas se encontrará ora una pena negra, ora un amor puro, ora una tierna alegría. No he querido hacer agrupaciones porque la vida no se agrupa, sino que se mezcla en horas... en segundos, sentimientos de dolor y alegría, de ternura y de rabia.