Nací el día 7 de diciembre de 1972 en Alba Iulia, una ciudad rumana de Transilvania, en una familia con dos hermanas y tres hermanos. Pasé mi infancia en Alba Iulia, en el hogar familiar. En el año 1994 me casé con un hombre maravilloso, Gligor Drimbarean, con el que tendría tres hijos. Mi primer hijo, Iulian, nació en el año 1997, pero a causa de una neumonía galopante fallecería a los dos años y medio, en el 2000. Mi segundo hijo, Catalin Nicolae, nació en el 2001 y, mi tercer hijo, Sergiu Gabriel, nació en el 2004. En el año 2007 vine a vivir con mi familia a España; prácticamente, mis hijos se crearon aquí.
Amo la naturaleza, el cielo, los animales; de hecho, llevo más de 13 años viviendo en un olivar grande en Belvís de la Jara, Toledo. Tengo muchos sueños por alcanzar; mi marido y mis dos hijos siempre están a mi lado por apoyarme en todo.
¿Qué es lo que me inspira? Creo que los retos que me parecen inalcanzables, imposibles… Amo los retos; siempre pensé que la edad es solo un número y que nunca es tarde por alcanzar los sueños.
Empecé a escribir desde mi infancia, porque escribir fue y es la pasión de mi vida. Mis padres no me apoyaron en eso. Mi madre, sobre todo, me dijo varias veces que mi sueño de escribir era una pérdida de tiempo y un gasto de dinero incensario. Éramos cinco hermanos y yo era la hermana mayor, así que intenté comprender un poco la situación familiar y a mis padres, aunque era una niña. No obstante, aunque no haya participado con mis relatos y poesías en concursos, sí lo he hecho en los programas festivos o literarios organizados por los colegios y los institutos donde estudié.
La escritura, dentro de mi corazón, era un fuego que quería salir. Por las noches, cuando surgía la inspiración, la mayoría de las veces, me ponía delante de la ventana de mi habitación para escribir a la luz de una farola. Era mi manera de cumplir mi sueño sin despertar sospechas; no me animaban las peleas con mi madre. He llorado muchas veces. Para mí era incomprensible la actitud de mi familia. Solo los compañeros de mi clase me apoyaron en mis locuras. Y luego, vino ella; la profesora de bachillerato, la profesora de Lengua y Literatura Rumana. Ella me arruinó el sueño, diciéndome que nunca, pero que nunca, podría ser una escritora. Mi mundo se vino abajo y, por mucho que intenté escribir, ya no era la misma. Las palabras de una persona que debería enseñarme el camino, rompieron en pedazos mi ilusión…
Las vueltas de la vida me hicieron renunciar a mi pasión, a mi sueño. Renuncié nada más acabar los estudios en el año 1992. Luego, empecé a trabajar, me casé, nacieron mis hijos, viajé a España… Fueron ventos que cambiaron mi vida por completo y para siempre. Todo pasó con gran rapidez y mi deseo de escribir se quedó atrás, en tiempos olvidados. Nunca pensé que algún día, después de muchos años, volveré a mi vieja pasión.
Cuando mis hijos crecieron, decidí pensar en mí y cambiar algo. El deseo de hacer un cambio importante, me hizo retomar los estudios en el año 2018. Los dos años de estudiante fueron los más bonitos que viví desde que vine a vivir a España. Aprendí otra vez a soñar, a tener ilusiones… ¡a vivir mi pasión de la infancia! Ahora es cuando empiezo otra vez a escribir, porque el poner mis ideas y fantasías en un papel me hace sentir diferente, me hace tocar el cielo y vivir con intensidad cada momento de mi vida.
El escribir fue y sigue siendo el fuego que llevo dentro; es la forma de sacar fuera el mundo fantástico que llevo en mi corazón y en mi mente. Cada relato, cada historia me transporta en un mundo que solo yo veo y siento, que solo yo puedo manejar, porque en mi mundo de fantasía todo es posible.
Ahora, en este momento, veo a la niña que vivía sus sueños, escribiendo por la noche al lado de la ventana de su habitación a la luz de una farola. Ya veo mi mundo fantástico y lo que aquella niña escondió en su corazón ahora puede cobrar vida.