Nací en Málaga en 1977. Desde muy pronto me sentí inclinada por las letras y cursé mis estudios en la Universidad de Málaga: la licenciatura en Periodismo, un Máster en Gestión del Patrimonio Literario y Lingüístico Español y el Doctorado, con distinción cum laude, y especialización en Literatura Comparada. 

En 2010 publiqué mi primer volumen de relatos, "La gabardina y otros cuentos chinos ", en 2012 el poemario "Flores de Hypatia " y en 2022 el que es por el momento mi último libro, la colección de relatos bilingües "Cuentos de luna y plata ".

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Alberto Galán Lahoz nace en Zaragoza en 1973. Graduado en Información y Documentación, actualmente trabaja en la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza. 

Su tatarabuelo, Fermín Galán, escribía pequeñas columnas en periódicos locales y también, en 

ocasiones, escribía poemas a partir de palabras que, según él mismo afirmaba, veía reflejadas 

en el agua de los ríos. Quizá por ello, cada vez que terminaba un poemario, en lugar de 

publicarlo y publicitarlo a los cuatro vientos, construía barquitos de papel con las hojas

repletas de versos y los devolvía al río, que los alejaba románticamente hacia el mar. O al 

menos eso pensaba él, porque la realidad era que la mayor parte de aquellos barcos se 

empapaban y rompían sin navegar más de cien metros. 

No obstante, algunos de aquellos

poemas navegantes eran recuperados por su esposa, Natalia Ramazov, hermana de, valga la 

redundancia, los hermanos Ramazov, famosos acróbatas de la época, a quienes todo el mundo 

tomaba por rusos, pero que en realidad eran de Cascaluetas, un pueblo al norte de Huesca. 

Desgraciadamente, Cascaluetas, como muchos otros pueblos, fue abandonado por sus 

habitantes y desapareció a finales de los años cincuenta del siglo XX. Natalia Ramazov 

recuperaba pues algunos de los barquitos de su marido, los secaba y los desplegaba con 

mucho cuidado y después, orgullosa, cada jueves recitaba, con voz dulce pero firme, los versos 

de Fermín a sus amigas en las reuniones del salón de té, siempre instándoles a guardar el 

secreto de su procedencia. Para asegurarse de ello, una vez leídos, quemaba los poemas, por 

lo que nada hemos conservado de Fermín, más allá de este relato oral. 

Alberto Galán no ha llegado a la prolija producción que se le supone a su antepasado, pero 

algunos versos y relatos sí ha escrito. Sin embargo, como una de sus aficiones es, junto a la 

música, el baloncesto, normalmente dichos escritos acaban siendo una bola de papel volando 

hacia la papelera–canasta (con unos porcentajes nada despreciables, todo sea dicho). Así que, 

salvando las diferencias en el desarrollo del proceso, los textos normalmente acaban en el 

mismo sitio que los de su tatarabuelo, es decir, en el olvido. 

Sin embargo, aprovechando que se le ha brindado esta oportunidad, esta vez ha decidido escribir un relato sin que sea destruido posteriormente. Luego ya, quien lo lea, que haga lo que bien le plazca con él.

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 Nacida el 18 de noviembre de 2004, pasa sus días entre libros, en su pequeña ciudad natal, tratando de abrir puertas a otros mundos.

 Apasionada de la fantasía y con una desbordante imaginación, sueña con poder dedicarse a la escritura en un futuro. 

También ama el mundo de la actuación y la música, así como la naturaleza y hablar con sus amigos. 

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Nació en 1962 en Madrid, aunque la mayor parte de su vida la ha pasado en Galicia, donde ha establecido sólidas raíces. En este momento, vive en Santiago de Compostela, donde ejerce como orientadora escolar.

Pedagoga con un extenso currículum, cuenta con diversos premios en innovación y periodismo educativos. Entre ellos, destaca el premio nacional de innovación del 1991 de CEDEL y Ministerio de Educación y Ciencia, o el de periodismo educativo del 2005 de la Xunta de Galicia.

Entusiasta del género narrativo de siempre, ha sido en los últimos años cuando se ha decidido a publicar. 

Retratos, (edición limitada 2019), Renglones de mujer (2020) y El peine de nácar (2020) son las obras editadas. 

Finalista en varios certámenes literarios, resultó ganadora del convocado por Diversidad Literaria bajo el título Sensaciones y sentidos VI.

Centrada en los sentimientos y las sensaciones, sus relatos desbordan intimismo. El mundo social y las relaciones personales constituyen el eje central de sus relatos, donde se refleja la personalidad y las decisiones vitales de los protagonistas. El paso del tiempo plasmado en los objetos y en las trayectorias vitales, así como los giros que condicionan el destino, suelen ser los elementos a conjugar en sus relatos. Son lecturas que mueven recuerdos, que hacen reflexionar.

Comenta la autora:

«Dicen que en el fondo subyace mi tendencia a enseñar algo, a que la escritura, aunque esté orientada al ocio, contenga elementos que permitan indagar y profundizar en los temas que abordan o que se tocan de paso, con aparente improvisación. Al fin y al cabo, la lectura abre puertas a otras estancias, la curiosidad y con ella el aprendizaje, están implícitos».

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Mi nombre es Catuxa Cerviño Lastra y nací en el año 1978 en O Carballiño, un pequeño pueblo de la provincia de Ourense. Licenciada en Física por la Universidad de Vigo, aunque nunca me he dedicado a nada que tenga que ver con mi carrera.

Desde pequeña me ha apasionado leer, pero esta es la primera vez que me atrevo a cumplir el sueño de escribir. 

Me presenté por primera vez a un concurso de Microrrelatos hace menos de dos meses y para mi sorpresa me seleccionaron para formar parte de la antología “Entre piratas anda el micro”, de esta misma editorial. Días después presenté otro para el concurso “crónicas microvampíricas” y de nuevo fui seleccionada. 

Mis ganas por escribir aumentaron y decidí hacer algún relato más largo y aprovechar esta oportunidad que sé mi brinda. 

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Mi infancia transcurrió en Marín, el lugar donde nací, una ciudad gallega a orillas del mar. Por eso las letras y la salitre han sido mis grandes compañeras en el transcurso de mi vida. 

Tuve la suerte de tener en mi hogar siempre un libro a mano, igual no todos aptos para mi edad, pues con mi colección de clásicos Disney, estaban también Momo, La historia interminable, algunos de los mejores números de DC y Marvel, y otros libros que ya se escapaban a la infancia, como El Señor de los Anillos, Orgullo y Prejuicio, Ojos de Fuego o Carrie. Nunca se hizo distinción entre novelas gráficas, mangas, cómics o libros. Para mi todo era lectura, mundos en los que sumergirme y dejar volar la imaginación.

Era la niña que prefería contar historias elaboradas a sus primos o hermano, buscar la forma que cada juego con sus amigos fuera una aventura especial, incluso el escondite o el pilla pilla tenían dragones o un gran propósito detrás. Recuerdo pasar más tiempo en la biblioteca que en el patio de mi nuevo colegio, era la única que se aventuraba en aquella habitación llena de libros, tan lejos de las aulas que parecía un mundo aparte. 

Las redacciones para clase o los comentarios sobre libros, para mi eran un momento de satisfacción, pero sólo cuando llegué al Instituto Chan do Monte, mi profesora de gallego pensó que debía escribir algo más. Recuerdo el cuento con exactitud, recuerdo el miedo a que lo leyeran más personas, la felicidad cuando gané el concurso, uno pequeño y del recinto, pero que me hizo tan feliz que no quería dejar de escribir.

Por circunstancias de la vida, pasé de la narrativa a la poesía y en ella me encerré, aunque más tarde decidí regresar a los relatos, nunca volví a tener la confianza para que alguien leyera mis escritos. Soy la culpable de tener personajes a los que adoro sin un final digno, sin que nadie más sepa de sus historias o hazañas. Cada día dejo que las palabras fluyen entre mis dedos, es mi momento de paz, da igual lo que escriba o con qué finalidad. La inspiración puede llegar de una palabra, un sueño, una frase o ser algo que simplemente siento. Aunque admito que tengo cierta inclinación a la narrativa fantástica y distópica.

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33 años de vida dan para mucho, pero yo no me he preocupado de vivir demasiado deprisa. Natural de Úbeda (Jaén), crecí en Granada, y desde joven gracias a algunas amistades tuve la oportunidad de hacer crecer mi imaginación, y no concebía un único lugar; en clase, en casa, delante de los deberes... mis mayores siempre advertían: "Este niño tiene mucho mundo interior...", y mis profesores sabían que era fácil que me distrajera en mis pensamientos, llegando a recrear mundos de fantasía donde solo había ecuaciones.

Estudié Historia en la UGR, lo cual me proveyó de una importante herramienta para investigar y escribir; he sido profesor particular de humanidades, ayudante de tienda, albañil. Nunca me enfoqué demasiado en nada, quizás esa sea mi espina. Más tarde, en 2019, me embarqué en un máster propio de turismo por la UMA. Actualmente teletrabajo para una empresa de colocación de personal sanitario en Reino Unido.

Disperso por naturaleza, me ha llevado a no terminar aún ninguno de mis proyectos personales. Escribo desde los 14 años y me gustaría vivir de lo que escribo, para lo cual tengo por delante un largo recorrido. Creo que el compromiso con uno mismo es el mayor apoyo para llegar a algo en la vida, por eso ahora en mi adultez busco reconciliarme con mi ser y emprender desde mi pasión: las letras.

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Jesús Amelibia nació en Cantabria (España), en el 2003. A los diez años leyó por primera vez Los juegos del hambre y Buscando a Alaska, dos novelas que le incentivaron a comenzar a escribir sus propias historias. En esa misma época comenzó su camino como actor en el grupo de teatro Alegoría. Actualmente estudia filología hispánica en Oviedo, sin dejar de lado su vida artística; escribiendo constantemente y subiendo a los escenarios cada vez que se le presenta una oportunidad.

El Fimbulvetr o “gran invierno” había comenzado y, con esto, comenzaría una larga temporada de inviernos a los cuales no seguiría un verano. La oscuridad reinaba en todas partes; el sol y la luna habían sido devorados por sus perseguidores, los lobos Sköll y Hati. Las estrellas del firmamento, al perder a estos, comenzaron a caer: la tierra temblaba y las montañas se desprendían.  Todas las cadenas se rompieron, incluyendo a Gleipnir, la cinta mágica con la que los dioses habían conseguido apresar al lobo más grande y feroz de todos: Fenrir. 

Fenrir, desbocado por su sed de venganza, comenzó a expulsar llamas de sus ojos y hocico y abrió tanto sus fauces que la parte superior de estas comenzó a rasgar el cielo y la inferior destrozaba la tierra a su paso. Era tal la destrucción que el canino sembraba que las mareas cambiaron su curso y, el mar que rodeaba Midgard, la tierra donde los hombres habitaban, rompió su protección y la serpiente ahí apresada por Thor pudo moverse con total libertad. 

Jörmungard, la serpiente gigante, hija de Loki, se revolvió con tal fuerza que pudo escapar de los mares donde había sido atrapada y escupió veneno y pozoña a su alrededor, encrespando los mares y el aire, creando un torbellino tan poderoso que rajaba el cielo al contacto con este.

El aullido de Garm podía escucharse en todos los mundos. El sabueso, el más terrorífico de todos, continuaba custodiando la morada de Hela, en el Helheim, el lugar más oscuro de todos los mundos, conocido también como “el inframundo”. Sus ladridos anunciaban una catástrofe más: el Naglfar, el barco creado con las uñas de los muertos, pilotado por Hrym quien lideraba las huestes de los gigantes de escarcha, había comenzado su travesía desde Jötunheim, la tierra de los gigantes, a Vígridr, el gran llano donde se llevarán a cabo las más feroces batallas del Ragnarök. 

Del sur, a través de las aperturas creadas en el cielo, aparecían los hijos del Muspell, el reino del fuego. Estos gigantes de fuego eran liderados por Surt, el más poderoso de todos ellos. Nada podía cortarles el paso y, durante su marcha hacia Vígridr, los caballos de estos pisoteaban con fiereza el Bifröst, el puente de arcoíris que unía la tierra de los hombres con la morada de los dioses: Asgard; haciéndolo añicos. 

Por su parte, Loki llegaba por el este; una vez se hubo reunido con sus hijos, Fenrir y Jörmungard, pusieron rumbo hacía el campo de batalla donde les aguardaban los gigantes del Jötunheim y del Muspell para comenzar la guerra contra los Aesir, los dioses que habitaban en Asgard.