Migrar a los 70 años no fue fácil.
Descubrir un nuevo universo tampoco fue fácil. Y lo hice.
Estudiar en talleres de escritura creativa abrió una rendija, pero tenía mucho que contar de la nostalgia que empezó a crecer dentro de mí.
Extrañaba todo un país, un mundo donde la infancia, la juventud y la adultez se quedaban en ese mar transparente que me vio crecer.
Colgué un título de abogado. Ya no era vital ni siquiera recordar que fue mi norte durante 50 años.
Buscar y administrar justicia.
Llegué a este país parecido pero diferente, un mismo idioma, me comunicaba en lo básico pero me faltaba algo…
La necesidad de contar lo que sentía en mi soledad como extranjera. Y así me reinventé en un mundo poético que empezó a enamorarme y a enriquecerme cada día. Así nació este poemario, de mis azules.
De mis nostalgias…
Dilcia.
Escribir se convirtió en una necesidad cuando salí de mi país acabando de cumplir los 71 años, dejando toda una vida…
Empecé a sentir una inmensa nostalgia que se apoderó de mi espíritu y tenía que aliviarla porque dolía.
Así escribí mis primeros versos cargados de nostalgia y aromas, recuerdos de lo que había vivido en forma de versos, y comenzó a fluir la paz dentro de mí.
Recordar aquella naturaleza que conocí siendo muy joven cuando trabajé en el Amazonas, con toda su fuerza venía a mi memoria, alimentando esos versos que describen sus ríos, el viento, las noches oscuras llenas de misterio. Todo se hacía nítido y escribía con pasión reflejando todo lo que conocí y aprendí de esa naturaleza exótica, que avasalla.
Ese mar Caribe con sus azules aparecía en mis recuerdos y conocer en Tenerife otros azules me inspiró a reflejar esos colores en mis versos y el amor que le tengo a esa inmensidad azul que me lleva a sentir la plenitud.
Entonces... aparece ese infinito que se une a su cielo en el horizonte para abrazar la eternidad.